Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia como Académico Numerario del Ilmo. Sr. D. Victoriano Ramírez González realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia



Excmo. Sr. Presidente de la Sección de Matemáticas,
Ilmo. Sr. Secretario General de la Academia,
Querido padrino, querido Antonio.
Querido Victoriano.
Excmos. e Ilmos. Señoras y Señores Académicos,
Familiares y amigos del nuevo compañero,
Señoras y señores:



Iniciamos hoy las actividades del año Académico 2016 y lo hacemos con este acto solemne de recepción de un nuevo miembro que, estoy seguro de ello, vendrá a enriquecer nuestra Institución con sus colaboraciones y aportaciones a la misma y al que le deseo la más fructífera y agradable incorporación. Quiero, por ello, empezar esta breve intervención felicitando al nuevo académico por su discurso de investidura, una oportunísima intervención cargada, no solo de aportación científica, sino también de contribución social ocasional en un momento en el que la incertidumbre embarga el futuro político de nuestro país.
Pareciera como si el Dr. Ramírez, cuando eligió el tema para su discurso de investidura, representación proporcional, hubiera tenido una especie de premonición sobre el futuro, previendo lo que podría suceder unos meses después.
Y es que llama la atención el hecho de que, si la Ciencia puede dar respuestas objetivas a muchos problemas sociales, sea la sociedad o, mejor dicho, sus responsables, los que no sitúan estas aportaciones en su justo objetivo y en su verdadero valor dejándose llevar posiblemente por los intereses personales o de partido, siempre ocasionales, en los que estén inmersos.
Pero entiendo que esta situación no debe inquietarnos en exceso, lo importante de la Ciencia es su aportación objetiva al margen de los egoísmos individuales de los responsables sociales. Decía Winston Churchil que «la Ciencia debe protegerse allá donde se haga sin preguntar para que sirve lo que se hace, eso vendrá, con toda seguridad, después».
En definitiva entiendo que el científico debe aportar sin cuestionarse si su aportación será tenida en cuenta en el preciso momento en que se produce; por ello comparto la opinión del Dr. Ramírez cuando en su discurso nos dice: «...nadie puede evitar que el científico disfrute investigando...». Y es que esa es, así lo veo yo, la esencia de la ciencia: la investigación, y de la actividad de los científicos: disfrutar haciéndola, sin cuestionarse si se podrán cambiar ciertas reglas del juego y sí con la sola idea de hacer un análisis riguroso de los procesos con una visión crítica de los mismos, tratando de encontrar alternativas y, por supuesto, huyendo de cualquier tipo de dogmatismo, eso es lo que creo que hace nuestro flamante académico en el trabajo que nos ha presentado hoy.
Al hilo de lo dicho, comparto igualmente la opinión de nuestro hoy padrino, el Dr. Cañada, bueno, en realidad ambos compartimos la idea del insigne Pasteur cuando decía que «no existen ciencias aplicadas sino aplicaciones de la ciencia», máxime en un mundo como el de hoy en el cual se hace cada vez más difícil establecer fronteras, caso de que tales fronteras puedan considerarse por alguien como necesarias o útiles, otra cosa muy distinta es, como dice nuestro recién incorporado, «la fascinación que el científico pueda sentir por las posibilidades de aplicación de sus conocimientos o descubrimientos a cuestiones específicas sean del tipo que fueren».
Hoy incorporamos a nuestra Academia a un matemático y aunque es cierto que nadie duda de que las matemáticas constituyen la herramienta fundamental en la formulación de la Ciencia, tampoco hay que perder de vista, como dice Miguel de Guzmán, que «la matemática es una actividad del hombre, tan vieja como la música y la poesía, y que persigue, como ellas, la armonía y la belleza que puede proporcionar la elegante estructura mental de las construcciones matemáticas», por ello creo que no tiene sentido hablar de matemáticos puros o aplicados, sino de matemáticos a secas, lo que es extensible a cualquier rama de la Ciencia, ya que las matemáticas y la ciencia en general se nos pueden presentar, como dice el Dr. Cañada en su discurso de contestación, «unas veces como arte y otras como práctica útil y aplicada».
Pero, cambiando algo la idea de esta intervención aunque manteniendo el hilo de la misma, se hace necesario descender a la realidad en la que nos desenvolvemos y no perder de vista que «para construir hacen falta tanto constructores como materiales de construcción», lo que, llevado a nuestro campo de actuación, pude traducirse en la necesidad de investigadores y de medios para ejercer nuestra actividad investigadora.
Decía nuestro premio Nobel Severo Ochoa que en «En principio, la investigación necesita más cabezas que medios», aunque es cierto que enseguida matizaba «Los medios no son nada sin cabezas que sean capaces de impulsarlos, administrarlos y aprovecharlos».
Al hilo de esta idea uno recuerda enseguida también la frase de otro insigne premio Nobel, nuestro D. Santiago Ramón y Cajal, cuando manifestaba en relación con la investigación: «No hay escasez de medios sino más bien miseria de voluntades».
Ambas frases son, sin lugar a dudas, motivo de reflexión pues, no cabe la menor duda de que están llenas de contenido, máxime en un momento como el actual en el que la, tal vez, desidia hacia lo científico por parte de nuestros responsables políticos tiene sumergida a la ciencia de nuestro país en un limbo de progreso que puede originar, si no se remedia pronto, un desplome de la misma de consecuencias imprevisibles.
En un país como el nuestro, tan escaso de recursos, se hace necesario apostar por aquellos en los que podemos llegar a ser competitivos y, tal vez, eso sea lo que se viene haciendo con otros aspectos como, por ejemplo, el turismo, pero creo que apostar por la ciencia sería una postura, una inversión en definitiva, muy inteligente, aunque con esto no se quiere decir que lo uno tenga porque quitar lo otro.
En la situación actual pareciera como si se encaminaran los recursos a la formación de titulados que podríamos denominar de bajo coste, bajo o alto coste según el sistema de referencia, pues no resulta tan bajo para nuestras arcas si tenemos en cuenta lo que cuesta a nuestra sociedad formar un titulado; decía de bajo coste pensando en el enriquecimiento que ello supone para otros países, con miras de mayor alcance que las que parecen ponerse en juego aquí, y de alto coste por la repercusión de tan escaso rendimiento que significa para nuestro país y, por supuesto también, para nuestros profesionales noveles que ven, con demasiada frecuencia por no decir siempre, remunerado su trabajo en otras latitudes con salarios míseros, o realizando actividades muy por debajo de su capacitación aunque curiosamente, a veces, terminen liderando la investigación mundial desde otras referencias. En definitiva, estos países tienen la oportunidad de incorporar profesionales cualificados pagando exiguos salarios y además, como decía, sin tener la necesidad de hacer la inversión necesaria para su formación.
Tal vez, así lo creo, se deberían encaminar los esfuerzos, no sólo a la formación de profesionales de la ciencia posiblemente mucho más cualificados aunque puedan resultar aparentemente más caros, ni tampoco con la idea necesaria, dadas las circunstancias, de su obligada exportación, sino con la perspectiva de integrarlos en la mayor medida posible en un legado científico-técnico propio de progreso y de competitividad.
De poco servirán los escasos medios con los que cuenta el desarrollo científico español si no contamos, siguiendo a Severo Ochoa, con una inyección de posibilidades para nuestros jóvenes científicos, al menos para los mejores de ellos, que les permitan desarrollar sus iniciativas y proyectar sus capacidades dentro de nuestro entorno.
En definitiva, se hace necesaria una potenciación eficaz de las dotaciones de puestos para la investigación y el desarrollo tecnológico que sean estables y que, aunque sometidas a un necesario control de efectividad, permitan conseguir que nuestra capacitación científica sea competitiva.
Los medios materiales son necesarios, sin lugar a dudas, pero más necesarios son los profesionales que los utilicen adecuadamente, es decir, un científico bien formado siempre podrá «hacer cosas», pero unos medios por sí solos no sirven para nada si no hay quien los emplee adecuadamente, y digo adecuadamente porque, y aquí entramos de lleno en D. Santiago Ramón y Cajal, entiendo que la Ciencia y su actividad esencial, la Investigación, deben ser vocación y no solo oficio.
Creo, pues, que se hacen necesarias tres cosas para un desarrollo eficaz de nuestra contribución científica en un mundo moderno y globalizado; la primera de ellas, es disponer de científicos muy bien preparados, vocacionalmente dispuestos y con estabilidad profesional, controlada por supuesto pero sin premuras; la segunda, tal vez no tan esencial pero no por ello menos importante, contar con los medios materiales mínimos que les permitan desarrollar la actividad para la que se les ha capacitado; y la tercera, que considero esencial, la imperiosa necesidad de que nuestros científicos tengan una mayor valoración social y un mayor reconocimiento oficial de su labor. Estas premisas solo serán posibles, y volvemos a D. Santiago, si de lo que nos despojamos es de la miseria de voluntad, miseria en este caso de nuestros responsables políticos, hacia la actividad científica.
La situación política actual tal vez haya traído consigo una reflexión por parte de nuestros políticos hacia este campo, en el sentido de que en los programas electorales de las pasadas elecciones se detectaban ciertas sensibilidades hacia lo científico.
Tal vez por ello sea el momento de tomar iniciativas desde todos los organismos relacionados con el quehacer científico para presionar a los responsables de los partidos sobre la necesidad de un GRAN PACTO POR LA CIENCIA, de una APUESTA, en definitiva, POR EL CONOCIMIENTO.
Los desafíos a los que nos vamos a ver sometidos en el futuro más inmediato no nos permiten esperar más; las necesidades energéticas, el medio ambiente, la medicina, la informática, las telecomunicaciones, etc., etc., reclaman ya la necesidad de ese gran pacto que contemple presupuestos suficientes en un marco estable, independiente de las legislaturas y una meritocracia que atraiga el talento y la vocación.
Pueden estar seguros de que en esa dirección irán los esfuerzos que pueda hacer esta humilde institución, nuestra querida ACADEMIA DE CIENCIAS MATEMÁTICAS, FÍSICO-QUÍMICAS Y NATURALES de Granada.
He dicho.